Calle Ava Gardner

El Partido Socialista pide avenidas de democracia, no calles de dictadura. Ana D'Atri, a la que admiramos desde que era editora de Planeta, ahora concejala de Madrid, pidió en el Pleno de Cibeles que se sustituyan las calles de dictadores por avenidas de democracia. Fernando Villalonga, del equipo de Botella, contestó diciendo que este ajuste de cuentas con el callejero no esconde más que una pérdida de identidad de la socialdemocracia. Pero un grupo de amigos se ha quedado con la copla y va a pedir a Ana Botella una calle para una demócrata americana («Votaba a Adlai Stevenson», me recuerda uno de los maquinadores) llamada Ava Gardner.

«Con permiso de la Virgen María, la mujer más guapa del mundo», dijo Canito, que retrató en los tendidos los ojos glaucos de hierba fresca, la cabellera castaña y la sexualidad salvaje. La estrella máxima de Hollywood se trajinó y se cepilló Madrid, alternó en sus tablaos y churrerías con El Gallina, Faico y El Beni después de rechazar las propuestas de matrimonio de Hughes, que la intentó doblegar con una bolsa de estraza llena de pulseras de diamantes y un collar de ópalo.

Aún hoy hay quien va al bar del Intercontinental, que fue Hilton, para acariciar el sillón de cuero ajado donde se sentaba la diosa que cruzó la primera Movida bebiendo hasta colonia por Oliver, Riscal, Chicote y Zambra. Durante el día se paseaba con su perro salchicha y su criada mulata. Aline Griffith cuenta que bebía incluso cuando jugaba con sus hijos al tenis, porque no sabía si amaba más a Sinatra o a Luis Miguel.

Este Sábado de Gloria he leído Más que unas memorias, los conmovedores recuerdos de Ramón Tamames a la usanza de los anales romanos, pura Historia de España. Describe el Sábado Santo rojo, en la calle Virgen de los Peligros. «Improvisamos una rueda de prensa. Alejo García de RNE preguntó: ¿están ustedes contentos de haber vuelto? La mayoría, contesté, de los que estamos aquí nunca nos fuimos».

El conspirador, el sabio, desdramatiza sus estancias en la comisaría y en la cárcel. No hay ningún rencor en su evocación. Le dedica a Luis Miguel y a Ava más espacio que a Karl Marx. El torero le consiguió el certificado de adhesión al Movimiento después de visitarle en los calabozos de Sol. Es emocionante el relato de la cena con su padre, médico de toreros, Luis Miguel, Ava y los tres hermanos Tamames para que la actriz pudiera hablar inglés. Luego Ramón la llama en Londres al Hotel Savoy una «noche otoñal pero sin niebla». «Terminada la cena, la actriz dijo que tenía ganas de estirar las piernas y propuso dar un paseo hasta el cercano puente de Waterloo, el paraje romántico de tantas películas».